jueves, 30 de abril de 2009

Ponga una pandemia en su vida

Decía mi abuela que ya no se hacen las cosas como antes, y puede que sea verdad. No hay más que mirar a las últimas pandemias que han amenazado con borrar a la raza humana de la faz de la tierra: La gripe del pollo y la gripe del cerdo. ¿Qué ha sido de la peste bubónica? ¿dónde está la difteria? ¿y el cólera? ¿la fiebre española? Francamente, no me gusta pensar en el siguiente escenario: Un bar del infierno, estar ligando con una chati medieval despampanante y que ella diga: “Yo morí de peste bubónica ¿tú?”. Porque entonces es cuando le dices que tú has muerto de la gripe del pollo y la tía se va con un maromo que fenecido por lupus. Claro que si tengo que elegir entre la del pollo y la del cerdo, pues uno se queda con la del cochino, que de él salen el jamón de Jabugo, la morcilla de Burgos y el chope Campofrio, mientras que decir pollo es decir Kentucky Friend Chicken.

Ya que los señores de la Fábrica de Pandemias están un poco cortos de ideas últimamente, y sólo sacan dolencias basadas en animales, voy a proponer algunas posibilidades con algo más de elegancia que el pollo y el cerdo: para los más españoles, constipado del toro; para los fans del manga, resfriado del oso panda y para las rubias más pijas, fiebre del chihuahua-que-saca-la-cabeza-de-mi-bolso-de-Prada.

Desde aquí, poco más a parte de desear mejor suerte al al gripe del cerdo que a la del pollo, que después de que la OMS previera cerca de 180 millones de muertes (cágate) sólo se cobró 103 vidas (que no está mal, pero de 1 a 180 millones, 103 es poco). ¿Has puesto ya una pandemia en tu vida? Envía PANDEMIA al 7777

lunes, 13 de abril de 2009

Dragonball Evolution: Cuando la mierda es gigante no es mierda sino arte

Hay películas que uno se da cuenta que son una obra de arte en la primera escena. Poco después de que la voz de Bonasera de comienzo a El Padrino el espectador ya sabe que se encuentra ante una de las obras cumbres del cine. Otras películas, por el contrario, pueden no convencerte en un primer visionado, pero conforme pasa el tiempo y vas pensando, acabas por darte cuenta de que son grandes filmes, como puede ser el caso de No es país para viejos. Y luego hay otras películas que son tan sumamente malas, tan lamentables, tan catastróficas que se hacen peregrinamente maravillosas. Este es el caso de Dragonball Evolution. El mejor calificativo que se me ocurre para ella es fascinante porquería.

En el año 2002 la Fox se hizo con los derechos para llevar a cabo una adaptación americana de la popular obra de Akira Toriyama, un mito de la infancia para muchos de nosotros. Cuando la película se anunció todos los seres humanos con un mínimo sentido común supimos que aquello apuntaba a bodrio y de los grandes. Cada vez que salía alguna información nueva sobre el proyecto las sospechas iban en aumento. Cuando salieron a la luz las primeras imágenes muchos descubrimos que éramos optimistas, demasiado optimistas: la película no sólo tenía mala pinta, sino que a pesar de los 45 millones que se invirtieron en ella, tenía el aspecto de una película de serie-B, como evidenció el trailer. Visto lo que se venía encima, quedaba la duda de si la versión americana sería mejor o peor que Dragon Ball: The magic begins, otra calamitosa adaptación rodada por un estudio chino en 1989. Lo cierto es que siendo también sublimemente lamentable, y a pesar de no contar con los derechos (sólo Goku tenía el mismo nombre que de la serie, los demás personajes tenían "un alias"), la versión china es mucho más fiel que la americana. Esta película se puede ver íntegramente en YouTube y es de visión obligada para los muchos amantes de el cine roña y para cualquier estudiante de antropología.

Un breve prólogo nos explica como hace casi dos mil años un malvado extraterrestre llamado Piccolo (el nombre en castellano es horrible, lo sé) casi extermina a la humanidad, y como sólo una unión de varios sabios consiguió encerrarlo en las entrañas de la tierra. En cuanto acaba la introducción, el asunto empieza a descarrilar desde el primer fotograma. Un plano detalle de unas gotas de sudor cayendo a cámara lentísima por la cara de Goku en un plano pretendidamente artístico, pero que lo que consigue es... bueno, en mi caso que me descojonara, pero el de la fila de atrás se atragantó con las palomitas . Si el cine se rigiera estrictamente por términos de talento la carrera como actor de Justin Chatwin, encargado de dar vida a Son Goku, se hubiera acabado con los videos que sus padres grabaron cuando estaba en la cuna, pero como no es así tenemos que soportarle toda la película con cara de pan y recitando sus diálogos como si leyera el valor nutricional de los Frosties de Kellog’s, cambiando ocasionalmente de expresión para poner cara de rabioso, aunque realmente parezca estreñido. Los primeros 20 minutos son realmente desconcertantes. Goku es un adolescente que vive con su abuelo, quien le entrena en las artes marciales. Hasta aquí más o menos bien, pero entonces todo empieza a cobrar un rocambolesco aire a Sensación de vivir. Y muchos pensareis "¿cómo puede conseguirse eso? ¿qué puntos en común tienen Goku y los niños pijos de L.A.?". En principio, ninguno, pero aquí es donde irrumpe la genialidad de los responsables de esta película: Resulta que en Dragonball Evolution Goku va al instituto... ¿Qué? ¿cómo? ¿perdón? Pues ahí no acaba la cosa porque además… ¡le hacen bulling! Sí, habéis leído bien y los champiñones de mi cena no estaban caducados: a Goku le hacen bulling. Pero como le ha prometido a su abuelo que no pelearía con nadie, pues tiene que soportar constantes humillaciones. Además está enamorado de Chichi, a la que los malvados matones no le dejan acercarse. Es muy destacable el sutil estilazo con el que se nos explica que Goku está enamorado de ella: en clase, se queda embobado mirándola y el fondo se convierte, por fundido, en un prado verde bajo un azul cielo donde los pajaritos cantan y las mariposas revolotean. Tras sobrevivir a un feroz ataque de risa, lo único que puede hacer es sentir lástima por la terrible infancia que tuvo que tener James Wong, director y responsable de todo este despropósito (en teoría, siempre podemos estar ante un productor loco).

Mientras tanto, Piccolo, que de alguna manera que nunca se explica ha conseguido liberarse de su prisión, busca las Bolas de Dragón que le permitirán dominar el mundo. Cuenta con la ayuda de un secuaz que no aparece en la serie, pero tiene tetas y culo, por lo que seguro que lo han introducido por motivos artísticos. En su camino asesina al abuelo de Goku, por lo que promete vengarse. Poco después el pelo-pincho guerrero se encuentra con Bulma, una científica a la que algún genio del cine le ha puesto también dos pistolas y dos mechas turquesas que nos dicen “eh tronco, que nos acordamos de la serie original, no hemos convertido el personaje en Lara Croft ¡tiene dos mechones del color de su pelo en la serie!”. Juntos, se lanzan en búsqueda de las Bolas y del Maestro Mutenroi (Fullet Tortuga para los catalanes). Y aquí nos encontramos con el segundo cutre-guiño a la serie: La casa de Mutenroi está en medio de una gran ciudad… ¡en un islote en un río! ¡pero si son unos jodidos genios! Yun-Fat Chow, en el papel del viejo y salido maestro, es el único actor, y seguramente el único participante en la película, que no se hunde en los abismos del patetismo. Cumple bien su rol y da la sensación, a parte de que está más drogado que el que tuvo la idea de hacer todo esto, de que es el único consciente de que lo que se está rodando es una mierda de campeonato, aunque no llega a transmitir ni por un momento ni un cuarto del encanto que tiene este viejo verde en la serie. Poco después Yamcha se une al grupo, pero poco se puede decir de él porque es casi como si no saliera, a pesar de que está con ellos más o menos la mitad de la película. Después de ir toda la película vestido como si fuera el protagonista de una sticom estúpida de adolescentes estúpidos, Goku se pone su traje rojo y se enfrenta a Piccolo en una pelea en la que apenas se entiende algo gracias a una lamentable y pérfida planificación de planos. El héroe vence y salva al mundo.

Todo en Dragonball Evolution obedece a la ley del exquisito disparate, empezando por el propio concepto. Lo que funciona en animación no tiene porqué funcionar en imagen real, y era evidente que muchas de las características que definían a la serie original se iban a tomar bien el traspaso. Sólo hay que imaginar con personas reales las peleas de la serie: personajes flotando y atravesando montañas cada vez que el otro le da una patada. No funciona ¿verdad? Pues a eso hay que sumarle que muchas peleas, especialmente la última, están mal rodadas por lo que no acabas de entender qué ocurre, un abuso de la cámara lenta y que todo cuanto puede enseñarte la película lo has visto más grande, más rápido y mejor en Matrix. Además al acercar el imaginario de Toriyama a la vida real se pierde todo el halo mágico, infantil y de entusiasmo continuo que envolvía a la serie original. No tenemos animales antropomorfos, ni dinosaurios caminando por el desierto, ni la tortuga parlante de Mutenroi, ni Puar, esa especie de koala volador que acompañaba a Yamcha y que se podía transformar en cualquier cosa. Además, Goku tampoco es ese personaje bonachón y cazurro que ni siquiera sabía la diferencia entre un chico y una chica. Aquí su objetivo es, desde la primera escena, reproducirse con la hembra llamada Chichi. Por otro lado, a pesar de contar con un presupuesto más que decente, ni la dirección artística ni los efectos especiales convencen lo más mínimo. Pero lo que realmente es para ponerle un monumento en Truñovilla es el guión. La única explicación que le encuentro a esta maravillosa bazofia es que el guionista no lo escribió, lo excretó. Es decir, le dieron el encargo y sin pararse a pensar lo que tenía que hacer, se sentó y ale, lo que salga. Sólo así se puede explicar tal amalgama de clichés, frases tontas, chistes estúpidos, bromas fáciles (Yamcha se quema la entrepierna con los vapores de un volcán... ¡dos veces!) y esos diálogos vacíos y a veces inconexos de unos personajes absolutamente planos, sosos, desprovistos de todo el carisma de la serie y sin el más mínimo matiz. Bueno, vale Mutenroi es un salido, eso es un matiz, pero ni siquiera es tan salido como en la serie.

Sin embargo, Dragonball Evolution tiene una gran cualidad. Joan Marimón, uno de los mejores profesores con los que me he cruzado, nos dijo una vez en clase: “si tu película es una mierda, por respeto al espectador, por lo menos ten la decencia de que sea corta”. Pues bien, está claro que había alguien que tenía claro que lo que estaba haciendo era una titánica porquería porque la película dura sólo 84 minutos, créditos incluidos. Esta corta duración, además de evitar derrames cerebrales en las salas, da a la película un ritmo endiablado en el que todo el rato están pasando cosas, cierto que todo son tonterías, pero menos da una piedra. Mi teoría es que al menos 35 de los 45 millones de presupuesto se fueron en convencer al montador para que dejara de esconderse en las cuevas de Afganistán y aceptara el épico trabajo de dar algo de sentido al material que le llegaba del rodaje. No le quiero quitar mérito, pero es cierto que las tijeras se notan demasiado y a veces tienes la sensación de que los personajes están hablando de algo que no ha pasado, o crees que te has perdido algo porque un alguien que antes estaba allí ahora está aquí.

En resumen, Dragonball Evolution es una obra de culto en potencia. De aquí a unos años estará en todas las videotecas especializadas en cine vomitivo, junto con las obras completas de Ed Wood, junto a la filmografía de Uwe Boll, junto a la saga Alien Vs Predator o junto a Troll (cuyo protagonista se llama Harry Potter, por cierto, y la película es del 1986). Y es que cuando la mierda es gigante no es mierda sino arte.

Y a estas alturas muchos os preguntareis ¿y Krilín? Pues eso mismo digo yo ¿y Krilín? Krilín in memoriam.

domingo, 12 de abril de 2009

Todo está planificado.

"Todo es fruto del trabajo, del día a día, de la planificación y de no dejar nada a la improvisación. Nada es nada. Ni la segunda tarjeta a Márquez ante el Bayern, ni la expulsión de Guardiola cuando el árbitro no pitó el penalty a Messi. Pep no perdió los nervios. (...) Todo está controlado. Tanto, que incluso parece que no fue casualidad que hubiese una silla libre justo detrás del banquillo."
-Joan Vehils, director del Sport

Aportación relámpago:

Ha pasado una semana desde que el Maestro Carazo deleitara al mundo con una de las mayores cagadas de la historia reciente del periodismo. Resulta que desde entonces no ha vuelto a dar señales de vida. ¿Vacaciones? ¿O le habrán metido en la nevera como si fuera un árbitro cualquiera?

Pero que no cunda el pánico. El Sport sigue teniendo periodistas estrella. Ayer, Joan Vehils, el director del diario, llego a insinuar (por no decir afirmar) que la expulsión de Guardiola ante el Bayern estaba prevista antes del partido.

No hace falta disir nada más.

viernes, 10 de abril de 2009

Igualito que un camping, lo mismito

"No les falta de nada. Tienen cuidados médicos, comida caliente... Por supuesto, su lugar de abrigo actual es provisional, pero hay que tomarlo como un fin de semana en un camping"
-Silvio Berlusconi

La historia de las declaraciones catastróficas es larga y triste, pero esta semana se ha escrito una nueva página con letras de oro. El autor de la la nueva máxima es un habitual de las citas celebres: Silvio Berlusconi, el peculiar Primer Ministro italiano, caprichoso dueño del Milan AC y propietario de un importante número de medios de comunicación.

‘Il Cavaliere’ , que ya ha roto moldes en el pasado aprobando una ley que le proporcionaba inmunidad legal o viéndose obligado a pedir disculpas a su mujer por intentar ligar con otras mujeres en público, se superó a si mismo comparando la situación de las víctimas supervivientes del terremoto de L’ Aquila con "un fin de semana en un camping".

Hace mucho tiempo que no voy a un camping, aunque es cierto que hay algunos realmente siniestros. Tampoco conozco los gustos domingueros del señor Berlusconi, es posible aunque poco probable que le guste pasar los ‘weekends’ en un recinto en las tranquilas afueras de Bagdad, en cualquier caso, estar condenado a vivir en un barracón sabiendo que tu casa se ha convertido en un montón de escombros y que familiares y/o amigos están heridos o desaparecidos y/o muertos es cualquier cosa menos un fin de semana en un camping.

No es la primera vez que el estrambótico Primer Ministro nos sorprende con una bonita muestra de su fino humor fuera de lugar. No hay más que recordar la ocasión en la que en la versión italiana de ‘tengo una pregunta para usted’ recomendó a una mileurista casarse con un alguien como su hijo para que la mantenga o cuando afirmó que evadir impuestos era “una ley natural”. La diferencia es que esta vez la broma viene después de casi 300 muertos y con miles de personas sin casa y ironizar en público con algo así es delicado, y más si eres primer ministro. Y luego se quejarán del "follar" de ZP.

martes, 7 de abril de 2009

Sinsentido crítico

Parecía imposible que alguien superase las fuentes de información de ese monstruo del periodismo que es Iker Jiménez. Después de que diera por auténtica la historia de “El Cosmonauta Fantasma”, que no era más que una gamberrada del fotógrafo Joan Fontcuberta (fabulosa rectificación de Iker), y después de que, hablando del crack del 29, ilustrara el sentir de una época con una falsa portada realizada por la web satírica The Onion, todo indicaba que el sentido crítico y el buen hacer periodístico habían tocado fondo.

Pero no, porque los charlatanes tienen un nuevo héroe. José Luis Carazo (Maestro Carazo a partir de ahora) llevaba ya tiempo haciendo méritos. Creo que nunca se ha cumplido ninguna de las precogniciones que ha publicado en su sección de ostentoso título “Mi Rondo”. Pero el domingo pasado se superó. Resulta que este maestro del periodismo decidió dedicar una de las piezas al mito del barcelonismo Winston Bogarde, recordado por su marcaje a Alfonso. En el articulo el Maestro Carazo soltó perlas como “Nadie sabe a ciencia cierta cuándo nació” (22 de octubre de 1970 en Rotterdam) o “tras su retirada estuvo de portero de discoteca en la zona de Sabadell y hasta se comentaba que actualmente vivía en una comuna gay de folclóricas”. Viendo las pintas de vendedor de crack que tiene el amigo, lo primero es posible, lo segundo ya es bastante absurdo.

Pero lo realmente absurdo es de dónde ha sacado la información el Maestro Carazo. En los foros de ACB.com han descubierto la verdad: El subdirector del Sport ha utilizado como fuente la entrada de la Inciclopedia. A cualquier ser humano normal ya le habrían saltado todas las alarmas ante el nombre de la web, que no es otra cosa que la versión burlona de la Wikipedia, pero al Maestro Carazo no vio nada anormal en comentarios que mosquearían a cualquier descerebrado: “Winston tuvo una infancia feliz, aunque todo se truncó a los ochos años, cuando sus padres se dieron cuenta de que existía” o “Bogarde ya estaba en la agenda de los más prestigiosos clubes gracias a su empleo como repartidor de Telepizza”. Por no hablar de las fotos que ilustran la página.

Así que ya sabéis, niños, no copiéis de la Wikipedia, hacedlo de la Inciclopedia o de El Jueves y encontraréis trabajo en Grupo Zeta.

Actualización: Acabo de ver que los señores del Sport han tenido a bien retirar el artículo de su web, pero gracias a Dios, o mejor dicho a Internet, la obra de arte se puede seguir leyendo íntegra en La libreta de Van Gaal.

jueves, 2 de abril de 2009

Gran Torino: ¡Qué majo que es el viejo vecino cascarrabias!



Estreno blog con una opinión por la que me han llovido navajas: Gran Torino está sobrevalorada. No es una mala película, es bastante buena, pero no es ni de cerca la obra maestra que se vende por ahí.

Walt Kowalski es un veterano de la Guerra de Corea cuya esposa acaba de morir, no se lleva bien con sus hijos y, además, su vecindario ha acabado siendo ocupado por inmigrantes asiáticos (yemas de huevo, como él los llama). Walt está enfadado con el mundo, y el mundo con Walt. Pero esta situación cambia cuando descubre a su vecino a su joven vecino asiático, Thao, tratando de robarle su preciado Ford Gran Torino de 1975. Este episodio que debería hacerle odiar aún más a los yemas de huevo tiene el efecto contrario cuando descubre que el joven actuó obligado por su primo pandillero, un malote incapaz de vivir y dejar vivir. Cuando, poco después, salva a Thao y a su familia del acoso de los susodichos malotes Walt se ve paradójicamente convertido en un héroe de la comunidad asiática que odiaba y se inicia una relación paterno-filial con Thao y su hermana Sue que desemboca en una dura confrontación con la banda del barrio.

La tesis de la película se resume en una frase del propio Walt: “Tengo más en común con los yemas de huevo que con mi propia familia. Hay que joderse”. Un mensaje muy bonito, pero muy tópico y facilón, y explicado a través de una trama que, si quitas al Gran Clint de en medio, podría ser la de cualquier TV movie de Antena 3 con la que se duerme la tele-siesta los domingos por la tarde.

Pero gracias a Dios, dormirse con el Gran Clint en pantalla es absolutamente imposible. De su boca han salido varias de las mejores y más lapidarias frases de la historia del cine. Desde el “Alégrame el día” de Impacto súbito, a “como alambre de espino y meo napalm" de El Sargento de hierro, y con Gran Torino la oferta de sentencias eastwoodianas se amplia. Y es que, igual que la historia del Sargento Tom Highway, la gran baza de esta película es la actuación del Gran Clint y las magníficas y salvajes réplicas que salpican el guión escrito por Nick Schenk. Eastwood consigue con su gran papel, el solito, dar solidez a una trama que de otra manera no hubiera tenido mayor interés. Eastwood se despide de la actuación con una gran traca final.

Y esa es la razón por la que Gran Torino pasará a la historia del cine. No por ser una obra maestra, que no lo es, sino por ser la última película en la que actúe esa bestia llamada Clint Eastwood que, con 79 años, a partir de ahora se dedicará exclusivamente a la dirección. Y como Eastwood hace tiempo que sale en los libros de historia del cine, Gran Torino también lo hará. Es cierto que su carrera, tanto como actor como director, es bastante irregular, con algunos bodrios como El Principiante o Firefox, pero Eastwood será recordado por papeles como Harry el sucio, Million Dollar Baby, El Bueno, el feo y el malo y por haber dirigido y protagonizado el último gran western: Sin perdón (con permiso de Deadwood). 45 años después de su primer papel protagonista, Joe en Por un puñado de dólares de Sergio Leone, no volverá a ponerse delante de las cámaras.

Y eso es lo importante de este filme. Trama tópica y mensaje tópico, pero tiene la suerte de estar liderada por un monstruo de la gran pantalla que, además, se despide como actor. Esa será la leyenda de Gran Torino.