viernes, 31 de julio de 2009

Up: Arriba... pero que muy arriba

Hace 14 años un criajo salía dando botes de un cine después de ver Toy Story. Ese mismo criajo, con unos cuantos años y kilos más, salía, también dando botes, de Up. Que Pixar se haya descolgado con un peliculón ya no es noticia, lo que no deja de sorprender es que, filme tras filme, sean capaces de superarse. Buscando a Nemo hubiera sido un gran techo para cualquier alma creativa, sin embargo esta gente decidió superarse en Los Increíbles y, tras un pequeño bache en Cars, la productora californiana dio un salto adelante, y que salto, con Ratatouille: ya no harían películas para niños que pudieran ser disfrutadas por adultos: harían películas para adultos que pudieran ser vistas por pequeños. Esta filosofía continuó con Wall-E, la historia de amor más original de las últimas décadas (o más): emotiva, pausada, directa, y demostrando que ser romántico no es sinónimo de ser cursi. ¿Habría llegado Pixar a su cenit? Después de ver Up la primera idea que me ha venido a la cabeza, y la única que he tenido durante unos minutos, ha sido “hijos de puta, lo han vuelto a hacer, ¡lo han vuelto a hacer!”

¿Un viejete cascarrabias y un boy-scout que viajan en una casa voladora gracias a unos globos y que conocen a un perro que habla y a un pájaro de colores? Todo esto podría ser una soberana chorrada si no fuera porque está en las manos de los tipos que nos contaron, y nos hicieron creer, cómo una rata triunfaba en la alta cocina parisina y como dos robots se enamoraban. Up arranca de manera espectacular, en quince minutos se nos muestra ágilmente la vida, esa lío agridulce en el que estamos todos metidos, de Carl Fredicksen. Cómo conoce a su mujer Ellie, sus sueños de viajar a sudamérica, los obstáculos que les impiden ir, los buenos momentos con su mujer, los no tan buenos... hasta que Ellie muere. Solo, en su vieja casa de madera y acosado por una malvada constructora, Carl decide abandonar la ciudad... volando... en su casa... gracias a un montón de globos. Va acompañado de un pequeño polizón: Russell, un boy-scout que necesita ayudar a un anciano para lograr la única medalla que le falta. Juntos, acaban llegando a sudámerica, donde se encuentran con Charles Munz, héroe de la infancia de Carl y su mujer, quien ha acabado por convertirse en una especie de Indiana Jones oscuro. Carl y Russell se enfrentarán a Munz y su ejército de perros parlantes para salvar a un extraño pájaro azul, que grazna y responde al nombre de Kevin.

El gran éxito de Up es que el tono casi intimista de la primera parte de la película no se pierde cuando empiezan las persecuciones y los saltos. La película de Pixar aborda ideas complejas y adultas con una gran lucidez. La cercanía de la muerte, los sueños no cumplidos, las espinas clavadas y, sobre todo, la necesidad de “dejar ir” el pasado sin olvidarnos de él. Recuerda en muchos aspectos a Una historia verdadera de David Lynch. Igual que el anciano que cruzaba Estados Unidos en su máquina de cortar el césped, Carl vive perseguido por aquellas cosas que no ha hecho en su vida y no logra la felicidad hasta que comprende que su vida, la que ha vivido con sus altos y sus bajos, no tiene menos valor que esa vida ideal que de pequeño había soñado vivir. Up demuestra que es posible lanzar un mensaje optimista sin caer en la ñoñería. Todo esto está aderezado con grandes momentos de humor sencillo y directo, pero no por ello estúpido. Russell –el niño- y Dug -el perro parlante- que eran a priori las dos grandes amenazas para el film, resultan ser dos efectivísimos contrapuntos cómicos que, al irse alternando las gracietas, no resultan cansinos, junto al pájaro Kevin que alterna su función cómica con la de McGuffin en la segunda parte de la película. También habría que destacar la figura de Alfa, el dóberman líder del ejército canino de Munz, quien es una lección por parte de Pixar de cómo introducir humor tonto en una película sin que se note demasiado.

El aspecto visual es Pixar 100% muchos colores y muy brillantes en las que destacan algunas secuencias muy poco iluminadas, casi a la luz de las velas como en Barry Lyndon. Al frente de la banda sonora, Michael Giacchino sigue aprovechando el tirón de Lost para postularse como el John Williams de la nueva generación.

Con Up, Pixar sigue su progresivo alejamiento del público infantil al que, desde Ratatouille, da cada vez menos concesiones. Si en la película de la rata cocinera ya había momentos que podrían ser complicados para los más pequeños, en Wall-E lo era toda la primera mitad del film (gloriosa para los ya creciditos, por otra parte), para relajarse en la segunda parte y regalar momentos más alocados para la chiquillada. Up, si bien ofrece momentos de humor, persecuciones y personajes de carácter más cándido, nunca llega a relajarse del todo. En ningún momento se llega a perder el punto de vista agridulce que da esencia al film.

Así, quedan dos grandes preguntas sobre el rumbo que seguirá la filmografía de Pixar. La primera es ¿llegará el momento en el que se olvidarán de los niños y harán una película exclusivamente para adultos? Y, sobre todo ¿Habrán tocado el cielo (nunca mejor dicho) con Up? ¿Volveremos a salir del cine diciendo “lo han vuelto a hacer, estos hijos de puta lo han vuelto a hacer”?

A modo de posdata, excepcional también el corto Partly Cloudy que precede a la película. Si es que son unos bastardos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario