
En aquella carrera -además de suponer la primera piedra de la rivalidad Senna-Prost, seguramente la más intensa de la historia de la Fórmula 1- quedaron patentes las cualidades que convirtieron a ‘Magic’ Senna en uno de los mejores pilotos de la historia. Nacido hoy hace 50 años, el 21 de marzo de 1960, era atrozmente rápido, con una capacidad de concentración extraordinaria, capaz de pilotar bajo el diluvio universal con la misma facilidad que en una soleada tarde de agosto, capaz de adelantar a seis pilotos en una sola vuelta, incluyendo a Prost y Schumacher, como en Nürburgring en 1993. "Era mucho más rápido que tú conduciendo el mismo coche y tan rápido como tú, con un coche inferior", dijo Alain Prost. Y si todas estas cualidades no eran suficientes para ganar, también tenía unos defectos que le ayudaban a alcanzar la victoria: era engreído, prepotente, intolerante con sus rivales, poco escrupuloso y, si era necesario, hasta violento. No tenía suficiente con autoconsiderarse el mejor, si le molestabas te echaba a empujones de la pista. Ganó su segundo título en 1990 embistiendo por detrás a Prost en la primera curva del GP de Japón, devolviéndole la moneda al francés que un año antes se proclamó campeón tras un accidente con Senna. En 1993, tras la carrera de Suzuka, propinó un puñetazo a Eddie Irvine porque este no le había dejado pasar a pesar de llevar una vuelta perdida.
Devoto cristiano, en 1988 Senna controlaba el Gran Premio de Mónaco con tiránica autoridad, pero su orgullo le dominó y quiso doblar a su compañero de aquipo y eterno rival, Alain Prost. A doce vueltas del final estrellaba su McLaren contra los guardarraíles mone

La vida del genio acabó en la curva de Tamburello, el 1 de mayo de 1994, durante la octava vuelta del fatídico GP de San Marino que jamás tuvo que haberse disputado –Roland Ratzemberger ya había perdido la vida el día anterior en la Villenueve Cuva y las leyes italianas exigían que un evento deportivo debía suspenderse en caso de que un competidor muriera-. Como si Dios, en una de esas animosas charlas que parecían tener, le hubiera dado alguna pista del destino que le aguardaba, Senna parecía extrañamente perturbado ese día, tras el tremendo accidente de Barrichello y la muerte de Ratzemberger. Antes de la carrera pasó la mañana reuniéndose con diversos pilotos con la intención de crear una asociación para exigir mejoras en la seguridad. Antes de salir a pista, apoyó sus manos en el alerón trasero de su Williams-Renault FW16 y lo contempló durante varios minutos. Subió al coche y antes de parar en la parrilla dio tres vueltas al circuito Enzo e Dino Ferrari, en vez de las dos que solía dar. Poco después perdería el control de su Williams y se estrellaría contra el muro a 310 km/h mientras marchaba, por delante de Schumacher, en primer lugar. El primer lugar que él consideraba suyo e intransferible. Tras el impacto, su característico casco amarillo se sacudió dos veces. Después, silencio.
